1

FOLLOW ME

TWITTER GPLUS FACEBOOK BEHANCE PINTEREST

Post – Fotográfico: El Arte de Mónica Bengoa. Por Christian Viveros-Fauné (2004)

“No una imagen justa, solamente una imagen “

Jean Luc Godard

 

 

Hace mas o menos cincuenta y cinco años, en el Paris de post-guerra, un artista de nombre Renato Guttuso estaba sentado a los pies de Pablo Picasso y recibió una de las más cristalinas aunque menos difundidas respuestas del artista a un persistente dilema. Al ser preguntado si pintar figuras aún era posible tras la fotografía, Picasso respondió con concisión característica: “Ahora sabemos todo lo que la pintura no es.”

Una fórmula embrionaria para todas las artes durante la recalentada y continua era de la reproducción mecánica, la pulla de Picasso le ha servido a generaciones de pensadores críticos como una barrera en contra de la embestida de la imagen fotográfica. Hoy, por ejemplo, es posible examinar, y hasta de-construir la fotografía desde el punto de ventaja de algunas de las más antiguas y tradicionales prácticas, tanto en las artes como las artesanías. La pintura, el dibujo, la escultura, el corte de papel, el coser a mano, el sombreado y una miríada de otras prácticas, muchas veces mezcladas con la instalación, se han vuelto métodos válidos a través de los cuales cuestionar y hasta revivir la fotografía –una práctica de ciento cincuenta años que ha visto, en nuestro época,  un marcado declive en su poder de retina, emocional y conceptual.

De artistas contemporáneos como Jeff Wall y Thomas Demand a Vik Muniz y Tim Noble & Sue Webster, muchos de los artistas internacionales con más liderazgo del momento, han disecado la fotografía para llegar a obras poderosas que desafían el inherente realismo y el decir la verdad de sus fuentes fotográficas. A esa lista podemos ahora sumar el nombre de la artista chilena Mónica Bengoa. Bengoa –que construye murales intensamente hechos a mano, de fotografías instantáneas más bien prosaicas, de estilo documental de su vida familiar y de hogar– ejecuta impresionantes, casi heroicas extensiones de la fotografía desde materiales que muchos considerarían deshecho.

Servilletas desechables de restaurante, las flores secas tradicionalmente usadas en Latino América para coronas funerarias, hilo y aguja, todos ellos se vuelven, en las manos de Mónica Bengoa, urgentes soportes para confeccionar trabajos obsesivamente detallados con un impresionante grado de impacto visual. Su obra Sobrevigilancia, por ejemplo, usa unas 9.160 flores secas para componer una imagen de 4.45 x 11.78 metros del baño de la propia artista. Proyectada en un matiz verde que recuerda el enfermizo color de los monitores de vigilancia (y que también evoca el material funerario que compone el mural modular de la artista), Sobrevigilancia recrea una imagen de lo cotidiano a una escala disconformemente masiva. Lo que es más, el poderoso efecto de la obra es solo igualado por su sorprendente economía de medios.

Otra obra, Ejercicios de Resistencia: Absorción, recientemente instalada en el Museo Fuller en Brockton, Massachussets, usa 1.330 servilletas de papel y varios juegos de lápices de colores para retratar la poco extraordinaria imagen de una cocina con ollas y sartenes apiladas sobre ella. Dibujada en colores primarios y utensilios de educación básica, Bengoa presenta lo que esencialmente es una visión directa de una cocina del tercer mundo con extraordinaria exactitud. La todopoderosa escala de la obra habla volúmenes sobre la arena doméstica que es rutinariamente obviada (como también de sus atentas preocupaciones, incluyendo las problemáticas Norte y Sur), mientras que la naturaleza marginal de las servilletas baratas usadas subraya, tanto la fragilidad de la imagen como la precaria situación social que retrata.

Generando mucho más calor visual desde sus materiales e imágenes de lo que pareciera posible y, al mismo tiempo proveyendo narrativas oblicuas que van significativamente mas allá del simple registro documental, Mónica Bengoa usa la fotografía como solo una herramienta más en su arsenal artístico. Lo cotidiano, lo descartado, lo altamente hábil y lo fotográficamente prosaico son todos vueltos impactantes por la práctica mural, casi escultural, basada en la instalación de Bengoa. Si el diablo, como reza el dicho, está en los detalles, el arte de Bengoa, debe ser dicho, es todo detalles. Detalles masivos y significativos, que ella construye cuidadosa y poderosamente de las más obviadas y comunes imágenes.

 

Christian Viveros-Fauné

15 enero, 2004

Christian Viveros-Fauné
Escritor, curador  y crítico de arte

Post-Fotográfico: El Arte de Mónica Bengoa, en libro monográfico Cuaderno en mano, p. 45-47. Santiago, Chile. 2004

Post-Photographic: The Art of Mónica Bengoa

 

“Not a just image, just an image”

 Jean Luc Godard

 

 

Some fifty-five years ago, in post-war Paris, an artist named Renato Guttuso sat at the feet of Pablo Picasso and received one of the most crystalline if least reported artist’s retorts to a lingering dilemma. Asked whether painting figures was still possible after photography, Picasso responded with characteristic concision: “Now we know everything that painting isn’t”.

An embryonic formula for all the arts during the ongoing, superheated age of mechanical reproduction, Picasso’s quip has served generations of critical thinkers as a barrier against the onslaught of the photographic image. Today, for example, it is possible to examine, even deconstruct photography from the vantage point of some of the oldest and most traditional practices in both the arts and the arts and crafts. Painting, drawing, sculpture, paper cutting, hand-stitching, shadow-throwing and myriad other practices, often admixed with installation, have become valid methods through which to query and even reinvigorate photography—a hundred and fifty year-old practice that has, in our time, seen a marked decline in its retinal, emotional and conceptual power.

From contemporary artists like Jeff Wall and Thomas Demand to Vik Muniz and Tim Noble & Sue Webster, many of the leading international artists of the day have dissected photography to arrive at powerful works that defy the inherent realism and truth-telling of their photographic sources. To that list we can now add the name of Chilean artist Monica Bengoa. Bengoa —who constructs intensely handcrafted murals from rather prosaic, documentary-style snapshots of her family and home life— makes stunning, almost heroic extensions of photography from materials many would consider to be garbage.

Throw-away restaurant napkins, the dried and colored flowers traditionally used in Latin America for funeral crowns, needle and thread, all of these become in the hands of Mónica Bengoa urgent supports for confecting obsessively detailed works with a striking degree of visual punch. Her work Sobrevigilancia (Over Vigilance), for example, uses some 9,160 dessicated flowers to compose a 4.45 x 11.78 meter image of the artist’s own bathroom. Cast in a green hue that recalls the sickly color of surveillance monitors (and which also echoes the funereal stuff that make up the artist’s modular mural), Sobrevigilancia recreates an image of the everyday on a discomfitingly massive scale. What is more, the work’s powerful effect is matched only by its astounding economy of means.

Another work, Ejercicios de Resistencia: Absorbción (Resistance Exercises: Absorption), recently installed at the Fuller Museum in Brookline, Massachussets, employs 1,330 paper napkins and several sets of colored pencils to portray the unremarkable image of a kitchen stove stacked high with pots and pans. Drawn in primary colors and grade-school utensils, Bengoa presents what is essentially a no-frills take on a Third World kitchen with remarkable accuracy. The inescapable scale of the work speaks volumes about a domestic arena which is routinely overlooked (and also its attendant concerns, including issues of North and South), while the cast-off nature of the cheap napkins used underlines both the fragility of the image and the precarious social situation which it depicts.

Generating a great deal more visual heat from her materials and images than would seem possible while providing oblique narratives that stretch significantly beyond mere documentary record, Mónica Bengoa uses photography as just another tool in her artistic arsenal. The quotidian, the cast-off, the highly skilled and the photographically prosaic are all turned awesome by Bengoa’s muralistic, nearly sculptural, installation-based practice. If the devil, as the saying goes, is in the details, Bengoa’s art, it must be said, is all details. Massive, meaningful details, which she builds up carefully and powerfully from the most overlooked and plainest of images.

 

Christian Viveros-Fauné

January 15th, 2004

 

 

Post-Photographic: The Art of Mónica Bengoa, in monographic book Cuaderno en mano, p. 45-47. Santiago, Chile. 2004