2021
98 semillas tejidas a crochet en hilo de algodón
Medidas variables
“Historias que crecen en un país sin noche”
Galería Bosque Nativo, Puerto Varas, Chile
2021-2022
En un país sin noche la existencia transcurre en tiempo continuo, la luz pareciera nunca apagarse y los días se suceden como si fuesen uno solo. Las sirenas de carro patrullas y bomberos dan paso a las de las ambulancias, conformando un aullido de fondo cuya intensidad varía, pero no desaparece del todo; o tal vez se queda pegado muy en el fondo y sigue alimentándose de su recuerdo. La desconfianza se ha instalado al punto de mantenernos constantemente alertas ante los peligros externos –los reales y lo no tanto–, pero también ante los que crecen lenta y silenciosamente desde dentro.
En ese entorno hostil, incierto, esa luz que no se apaga obliga a cerrar los ojos. Primero, para descansar un poco, aunque se siga filtrando, rojiza, a través de los párpados cerrados. Luego, buscando apagar también los sonidos, pero los aullidos parecieran aumentar de volumen y cruzan, estridentes, esa barrera rosada, demasiado delgada. Así pasan meses y más meses, y la exposición constante a la luz convierte esa ceguera voluntaria en una visión permanentemente borrosa, donde ningún objeto pareciera estar realmente a foco, confundiendo los límites de unos y otros, transformando también el espacio en un sinfín continuo y transparente.
Y un día, algo cambia. En medio de esa imagen lechosa aparece brevemente un pequeño objeto que no alcanzo a identificar. Tanteo suavemente hasta encontrarlo y lo alzo frente a mis ojos: es más bien redondo y su textura es bastante lisa, aunque noto que tiene una hendidura curva en el costado; es de un café oscuro en los bordes, pero más castaño rojizo en el sector que tiene hundido. Me pregunto cómo habrá llegado aquí, a este suelo encementado, que me quema las rodillas mientras sigo observándolo detenidamente… pero ¿qué es?, ¿hace cuánto no veía algo así?, ¿hace cuánto no veía?
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Volcar la mirada y fijar la atención en lo pequeño e insignificante guarda relación, tanto con la capacidad de ver aquello que usualmente no notamos, como con atender asuntos que han sido deliberadamente invisibilizados. Reparar en lo común de nuestras vidas a través de una observación asombrada y minuciosa, toma como referencia lo infraordinario, término acuñado por el escritor francés Georges Perec para referirse, interrogar y nombrar aquello cotidiano e insignificante, que pasa comúnmente inadvertido. Sin embargo, es justamente eso que se da por sentado por su constante presencia, lo que en definitiva constituye el espacio seguro que habitamos.
Por su tamaño y aparente irrelevancia, la semilla también podría ser considerada como algo infraordinario. Su escala diminuta es una aproximación a lo invisible y, al mismo tiempo, a lo esencial, en tanto guarda y sustenta la vida. Semillas de árboles nativos de Alerce, Boldo y Canelo; Araucaria, Coigüe y Maqui; Avellano, Ulmo, Maitén de Magallanes y mi querido Arrayán, se presentan aquí tejidas una a una, surgidas desde el inevitable vuelco ‘hacia adentro’, derivado de aquellas (y otras) situaciones en las que lo simple y fundamental termina siendo lo más valioso y extraordinario.
2021
98 crochet knitted seeds
Variable dimensions
“Historias que crecen en un país sin noche”
Galería Bosque Nativo, Puerto Varas, Chile
2021-2022
In a country without night, existence goes by in continuous time, the light never seems to go out and the days follow one after the other as if they were a single day. The sirens of patrol cars and fire engines give way to those of ambulances, forming a background howl whose intensity varies, but does not disappear completely; or perhaps it remains stuck deep in the background and continues to feed on its memory. Mistrust has settled in to the point of keeping us constantly alert to external dangers – the real and the not so real – but also to those that grow slowly and silently from within.
In this hostile, uncertain environment, that light that won’t go out forces us to close our eyes. First, to rest a little, although it continues to filter, reddish, through the closed eyelids. Then, trying to turn off the sounds, but the howls seem to increase in volume and cross, strident, that pink barrier, too thin. Months and months go by, and the constant exposure to light turns this voluntary blindness into a permanently blurred vision, where no object seems to be really in focus, confusing the limits of each other, also transforming the space into a continuous and transparent endlessness.
And one day, something changes. In the middle of that milky image, a small object appears briefly, which I can’t quite identify. I grope gently until I find it and raise it in front of my eyes: it is rather round and its texture is quite smooth, although I notice that it has a curved indentation on the side; it is dark brown around the edges, but more reddish-brown in the sunken area. I wonder how it got here, on this cemented ground, which burns my knees as I continue to look at it closely… but what is it?, how long has it been since I’ve seen something like this?, how long has it been since I’ve seen?
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Turning our gaze and fixing our attention on the small and insignificant is related both to the ability to see that which we do not usually notice, and to attending to matters that have been deliberately made invisible. To notice the commonplace in our lives through an astonished and meticulous observation, takes as a reference the infra-ordinary, a term coined by the French writer Georges Perec to refer to, question and name the everyday and insignificant, which commonly goes unnoticed. However, it is precisely that which is taken for granted by its constant presence, which ultimately constitutes the safe space we inhabit.
Because of its size and apparent irrelevance, the seed could also be considered as something infra-ordinary. Its diminutive scale is an approximation to the invisible and, at the same time, to the essential, insofar as it guards and sustains life. Native tree seeds of Alerce, Boldo and Canelo; Monkey-puzzle tree, Coigüe and Maqui; Hazel, Ulmo, Maitén de Magallanes and my beloved Myrtle, are presented here woven one by one, arising from the inevitable turning ‘inwards’, derived from those (and other) situations in which the simple and fundamental ends up being the most valuable and extraordinary.