caos.
el polvo recubre la superficie de todos los muebles. el fino aserrín –antes parte de las ventanas y puertas de mi casa– ahora se posa implacable sobre sillones y cuadros, sobre sillas y mesas, sobre camas… peor aún, insolentemente ha intentado colarse por las rendijas de los libreros, amenazando mis tesoros.
librero nuevo. imagino a Perec en su notas breves sobre el arte y el modo de ordenar libros y no puedo sino sentirme ridícula viéndome definir decididamente un criterio para organizar los míos, para luego negarlo y construir otro totalmente distinto. el ojo quisiera valorar las alturas, tonos y matices de sus lomos; el intelecto sus autores y materias, sus contextos. finalmente, el orden alfabético de las monografías le ha ganado a la degradación de azules y grises. (sólo quisiera no haber olvidado la H).
nada puede ser mejor que un desayuno en la cama; ese que prolonga la tranquilidad del sueño. la bandeja preparada, con el pan recién tostado y su mantequilla a medio derretir, yacen sobre el plato –ese que tiene pequeñas líneas celestes en el borde–; la miel, el queso. busco la taza con pajaritos, alguien la ha puesto demasiado alto. me empino, la alcanzo, pero el polvo infinito que lo ha inundado todo, la hace resbalar entre mis dedos… la veo caer, y el segundo que demora en chocar contra el suelo se prolonga aumentando mi angustia, la certeza inconfundible de la pérdida.
han sido ya cincuenta y tres días de limpieza continua, tratando de eliminar esa arenilla fina y terca que se filtra por todos lados, por los agujeros, por las rendijas. su presencia insistente pareciera constituir una superficie ininterrumpida de los volúmenes que oculta, borroneando límites, prolongando las formas.
cincuenta y tres días intentando reconstruir el orden de las cosas. moviendo muebles en la duda de si devolverlos a su lugar original o buscarles un mejor destino; abriendo cajas, cuyo contenido había olvidado. Y en ese ejercicio ha sido imposible no revivir(me) en cada objeto, intentando anticiparme a la sorpresa de su encuentro.
mirando las cajas cerradas, recordando, imaginando, adivinando lo que ocultan, pienso que la densidad de la superficie de las cosas varía de objeto objeto, de modo que completa (para mí) su sentido, en su invitación a visitar cada una de sus distintas capas.
así, la pieza faltante me recuerda el pajarito decapitado de mi taza, y lo imagino rearmándose en la continuidad recuperada de su superficie, en el yeso blanco que la reconstruye sin olvidar su accidente, sumándolo a su historia. entonces, presenta simultáneamente su integridad y su quiebre, en una convivencia imprescindible para consolidar su identidad.
en una segunda capa, el sistema de los objetos se sitúa en varios niveles: entre el peso y la rigidez de su referente de mármol, la sutileza del rastro que relata la simulación de su nueva apariencia, y el presentimiento algo incierto del recuerdo impreciso que sugiere su forma. y pese a descubrir la enorme distancia y diversidad de sus orígenes, se construye frente a mí desde la determinación de su recuerdo de convivencia.
entonces, en la capa profunda y alavés intangible de orden y categoría, cada palabra invita a completar el vacío, donde se instalan –con timidez en un comienzo y luego con algo más de seguridad– ciertas certezas acerca de nuestra relación con las cosas. porque todo aquello que pareciera ser muy vago, finalmente no lo es tanto, porque mi ojo sabe más de lo que yo creo.
así, los objetos son inseparables del tiempo y sus procesos. sólo basta con estar atentos a sus útil invitación sin olvidar que la visión es, ante todo y en primer lugar, pensamiento. de este modo, no podemos ver sino desde un lugar determinado, habitándolo desde los límites claros, sin darnos cuenta construimos, aquel límite que es “la marca misma de la necesidad de nombrar y de reunir sin la cual el mundo carecería de referencias para nosotros…” *
Mónica Bengoa
Santiago, Septiembre
* Georges Perec, “Pensar / Clasificar”
Escrito a propósito de la muestra Taxonomías Domésticas, de Anita Acuña, Antonia Bañados y Rocío Olivares, realizada en Galería BECH, entre el 11 de octubre y el 8 de noviembre del 2013.