Mi interés en la imagen fotográfica me ha empujado a preguntarme constantemente por su naturaleza, por aquello que la caracteriza, que la define. La transparencia de su soporte –que nos lleva siempre a ignorarlo– ha provocado en mí una de las mayores atracciones y, al mismo tiempo, una de las mayores dificultades a la hora de enfrentar mi investigación visual. Porque a pesar de que hace ya bastantes años la creación y manipulación de imágenes digitales debiera hacernos dudar de la veracidad de lo que vemos, lo cierto es que nuestro primer impulso –o al menos el mío– es siempre creer en esa imagen que se instala de manera rotunda como verdad.
Durante mucho tiempo quise estudiarla desde su referente, desde aquello que posa frente al lente, estableciendo con él diversas relaciones con distintos grados de complicidad. En un comienzo decidí centrarme en el espacio privado de la casa, en sus rincones, registrando en cientos de pequeñas fotografías las actividades rutinarias que allí se repiten implacablemente, día tras día. Esperaba que su cotidianidad, la familiaridad que provocan, me ayudaran a centrar la atención en la imagen ahí presente. Mi interés en las acciones domésticas radicaba justamente en su tendencia a desaparecer ante nuestra mirada. Pensaba que su repetición constante las volvía lo suficientemente insignificantes –sólo una excusa temática–, que pasarían inadvertidas frente a la fuerza de la materialidad evidenciada en los sistemas de producción de obras monumentales, que dejan expuesta la metodología de trabajo, propiciando así reflexiones en torno al proceso de creación.
Sin embargo, en ese momento no supe prever la importancia que el cotidiano tiene para cada uno de nosotros, en tanto construye el espacio seguro desde el cual nos relacionamos con el mundo que nos rodea. Reconocerse en esos lugares íntimos provocaba un grado importante de empatía en el espectador, que se instalaba con fuerza, ya que pese a la invisibilidad del espacio doméstico, éste tiene un enorme poder de persistencia en la construcción de nuestra vida diaria, simplemente porque surge del encuentro con la seguridad de lo conocido.
Entendí entonces que para comprender la naturaleza de la imagen fotográfica debía distanciarme de su referente, de las temáticas a las que aludía, intentando reducir al mínimo aquellas lecturas y contenidos que podían distraer de aquello que subyace a todo eso, esa esencia que intuía. Fui entonces buscando el vaciamiento de esa imagen, seleccionando referentes cada vez más comunes, insignificantes –aquellos a los que Georges Perec definía como infraordinarios(1)– que pasan comúnmente inadvertidos y que me permitieran –si bien no anular– al menos reducir su contenido temático, colaborando a visibilizar las operaciones materiales y metodológicas en las que se sustenta su creación.
Me propuse tomar distancia y estudiar esa imagen desde la vereda del frente, desde su traducción hacia otras materialidades y soportes, llevándola a escalas monumentales. Miles de cardos y servilletas, bordados diminutos, dibujos de detalles exhaustivos, metros y metros de paños de fieltro teñido, han sido trabajados artesanalmente de manera rigurosa y sistemática, en proyectos de largo aliento. Las obras producidas a lo largo de los últimos quince años se han sustentado en esos procesos materiales que las vuelven visibles, aquellos que permiten no sólo reconocer el referente fotografiado, sino también aquel pequeño módulo-objeto que la construye y la convierte, mediante técnicas manuales simples y repetitivas, en una imagen tangible, cuya escala sobrepasa con creces al observador.
He querido acercarme cada vez más a la imagen estudiando sus relaciones internas, su estructura; la he segmentado observándola bajo la lupa para poder mapearla y clasificar cada uno de sus tonos y matices; concentrarme en cada uno de sus detalles –para trabajar con lo que veo y no con lo que sé–. Este caudal de información, organizado generalmente bajo criterios cromáticos, es transformado en una nueva imagen en la que conviven sus tres niveles de existencia: el referente fotográfico –del cual siempre se intuye su presencia–, la monumental –que se toma el espacio de manera rotunda envolviendo al espectador– y, en la cercanía, la materialidad que revela su factura manual, transformando su superficie sólo en textura y color.
Así, mi interés en la fotografía no se ha fundado en su valor como documento histórico, ni en su capacidad de reconstrucción del pasado; tampoco en su utilidad para avalar estudios arqueológicos, científicos o periodísticos, que la han convertido en una instrumento sin el cual muchas investigaciones carecerían de validez. Diría, más bien, que la utilización que le he dado a este medio a lo largo de los años –como herramienta primordial de creación y producción de obra– se sustenta en la posibilidad de transformarla en un nuevo territorio que permita habitar el presente. Es una invitación a poner verdadera atención en lo que está frente a nuestros ojos, a estar realmente presente y ser consciente del tiempo y el lugar por donde se camina.
Recuerdo nuevamente a Perec cuando se pregunta: “Lo que ocurre cada día y vuelve cada día, lo trivial, lo cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual, ¿cómo interrogarlo, cómo describirlo? Interrogar a lo habitual.”(2) Éste es probablemente mi mayor desafío: interrogar una imagen, pero sólo su imagen.
Mónica Bengoa
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Con respecto al interés en lo cotidiano en la obra de Georges Perec, Guadalupe Nettel menciona: “Perec describe cómo los grandes acontecimientos se apoderan siempre de los encabezados de la prensa, mientras que los sucesos nimios y cotidianos suelen pasar inadvertidos a pesar de que son éstos, y no los primeros, los que constituyen el entramado de la vida. Esa introducción, escrita con la pasión de un manifiesto, reivindica el poder fundamental de lo minúsculo, de lo cotidiano, de lo que suele pasar inadvertido (…)” Nettel, Guadalupe. Descifrar el espacio en Lo infraordinario. Madrid: Editorial Impedimenta, 2010. pág. 10
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Perec, Georges. ¿Acerca de qué? en Lo infraordinario. Madrid: Editorial Impedimenta, 2010. pp. 22-23.
Texto elaborado a partir de los contenidos tratados en la tesis Tentativa de agotar una imagen. Entre la imposibilidad de incluirlo TODO y el inevitable olvido de algo. Tesis de Magister en Artes, mención Artes Visuales, Universidad de Chile, 2014.
Publicado en Pensar en Fotografía, Revista digital Grupo de Fotografía Escuela de Arte UC, donde se reflexiona en torno al interés en este medio como herramienta de investigación y creación.