“Todo el mundo es literalista cuando se trata de la fotografía”, escribió Susan Sontag en uno de sus muchos intentos de desenmascarar las seducciones de la máquina de imágenes predominantes del siglo 20. Un invento (conjunto de inventos, si uno considera el cine y los engendros digitales de la reproducción mecánica, auto-replicándose rápidamente) que volvieron mayoritariamente obsoletas a las miméticas prácticas del siglo 18, el uso generalizado de la fotografía oculta por lo menos tanto como nos revela hoy. Doscientos años después del desarrollo del medio, pocas personas confían en su franqueza alguna vez convincente. Aún menos personas creen –en nuestra época de selfies[1] alteradas y fabricaciones políticas fabuladas– que su función “documental” está hecha de cualquier cosa más que de una irresuelta caja de sorpresas de tácitas verdades a medias.
De manera que ha llegado a pasar que aquel invento que el crítico de cine André Bazin una vez llamó “el evento más importante en la historia de las artes plásticas” se ha vuelto, en los primeros días del siglo 21, el instrumento de grabación más ubicuo y su tipo de tecnología más sospechosa. Aún más sorprendentemente: hoy solamente un puñado de artistas de importancia se dedican a entender la naturaleza histórica de la evolución de la fotografía. Entre ellos está la artista multimedia Mónica Bengoa. Una pionera ubicua en el campo de la realidad cotidiana y su tenue relación con la imagen contemporánea, la artista chilena ha seguido enfrentando procesos fotográficos cada vez más inestables a la obstinada solidez de las artes y oficios tradicionales. Sus resultados trazan las deficiencias del medio. Representados bajo la apariencia de trabajosas re-interpretaciones, sus llamativas versiones de reproducciones mecánicas logradas por medios caseros literalmente materializan (¿o re-materializan?) la conexión cada vez más efímera de la fotografía con lo real.
Una artista que ha pasado décadas traduciendo fotografías de goce doméstico hacia prácticas manuales como el dibujo, pintura, bordado, estarcido, corte de telas, y utilización de cuadrículas, Bengoa ha recientemente migrado hacia el uso de textos encontrados para volver a la fotografía y sus soportes técnicos más, en vez de menos, visibles. Sus primeros experimentos en esta nueva modalidad incorporaron el uso de enciclopedias de historia natural en alemán: libros sobre flora y fauna cuidadosamente fotografiados, sus imágenes y descripciones, se volvieron, en sus manos, tapices a gran escala capaces de clasificar, tanto fenómenos naturales como las distorsiones altamente no-naturales de la cámara fotográfica (considerar por ejemplo, la idea de una profundidad de campo limitada). Desde ahí, Bengoa prosiguió hacia su más nuevo experimento: ejecutar una instalación a tamaño de una habitación –basada en fotografías usando nada más que tela y texto. Tomando prestado del canon post-moderno –concretamente, Still Life / Style Leaf de Georges Perec, el cual contiene un desglose recursivo de múltiples artículos en el escritorio de un escritor– Bengoa transformó este listicle[2] primero en una plantilla, y luego en un ambiente de una imagen en cuatro partes recortada en negativo de fieltro de color carbón de distintos largos.
Una obra que les da forma sólida a ideas que de otra manera seguirían siendo altamente abstractas –la artista se aseguró de desafiar al lente de la cámara arrugando hojas de papel individuales con el texto de Perec antes de representar sus imperfecciones de manera equivoca– la instalación de cuatro paños de Bengoa constituye una traducción física de algunas de las funciones más dubitativas de la fotografía. Donde la cámara registra una falta de foco, los retorcidos contornos del texto de Perec adquieren un relieve especialmente significativo. En donde la información visual escasea –digamos, por ejemplo, en áreas de una reproducción en la que ocurre el alto-contraste– Bengoa suministra evidencia de esa ausencia en las letras de fieltro apiladas en el piso. Pocas obras contemporáneas problematizan temas complejos con una inmediatez tan esmerada.
Tomando una página de Sontag, Bengoa hace físico lo que permanece mayoritariamente oculto tanto dentro como fuera de la cámara (para la segunda, considerar momentáneamente la vasta red de imágenes del mundo). De hecho, todos son literalistas cuando se trata de fotografía, pero pocos más que esta artista chilena. Una figura que sabe que verdades básicas están en juego en los resbalones multiplicados de la fotografía –especialmente aquellos que tienen que ver con cómo se nos enseña a mirar– ella nos recuerda de manera consistente justamente cuán lejos tienen que llegar las imágenes modernas antes de que, de hecho, se re-involucren honestamente con lo real.
Christian Viveros-Fauné
[1]Neologísmo del inglés que refiere a un autorretrato/foto de perfil, cámara en mano, para ser subido a alguna red social en internet. N. del T.
[2]En inglés, combinación de las palabras list (lista) y article (artículo) para referirse a un texto corto basado en una lista, como por ejemplo las “nueve cosas que hay que saber respecto a los listicles”. N. del T.