Esta serie de murales de Mónica Bengoa nos invita a una experiencia en que el pensamiento y los sentidos se conjugan de manera fascinante a la vez que exigente, como su título ya nos lo indica, con su formato bilingüe que nos enfrenta primero a la extrañeza del texto en alemán y luego a su traducción, de una sequedad didáctica que parece lejana al ámbito del arte. La palabra Beobachtungen, que puede traducirse también como “observaciones”, condensa en su sentido lo que estas obras llevan a cabo y lo que nos piden que hagamos con ellas: considerarlas, examinarlas atentamente (en alemán, Achtung es “¡Atención!” o “¡Cuidado!”), con la fascinación del niño que descubre el mundo entre las hojas de un libro o en el espacio circunscrito de un jardín, con el rigor del científico que examina un objeto bajo la lente de su microscopio.
Al contemplarlas, no podemos sino pensar en su laborioso proceso de producción, en el tiempo y la maestría que exigió hacerlas, junto con disfrutar de su sensualidad a nivel de color, de material y de formas, deslumbrándonos con las combinaciones cromáticas, la textura del fieltro y los arabescos del calado. Recorrer estos murales es también relacionarnos con su escala enorme y con el modo en que ésta excede, envuelve a nuestros cuerpos al mismo tiempo que nos permite acercarnos al delineado de cada contorno y a sus relaciones con las otras capas de las que estas obras se componen. Mientras circulamos por la muestra, deteniéndonos en cada trabajo, retrocediendo para intentar entender el conjunto o sumergiéndonos en sus detalles, podemos jugar a esforzarnos por percibir en la escueta silueta sombreada de uno o en las densas diferencias de profundidad de otros, la tensión entre la imagen fotográfica de la que provienen, los objetos y lugares a los que remiten, y las transformaciones a las que la artista los somete.
Además de esta complejidad visual y del oficio delicado, minucioso, que ella exige, estas obras nos plantean una serie de preguntas mientras las miramos o las evocamos. Son trabajos que exploran de manera rigurosa las formas en que percibimos y comprendemos el mundo en torno nuestro, trabajos en que lo artesanal y lo técnico confluyen y se complementan de modo ejemplar en una época en que su coexistencia es a menudo conflictiva. A través de un prisma sumamente personal, dialogan con el conocimiento científico, la educación, la infancia, la palabra y los idiomas (en particular el alemán, en este caso), con la escritura y sus soportes, con el fascinante mundo de las plantas y de los insectos, y con la materia, el fieltro, que en este caso recubre los muros del museo como una segunda piel, como el mapa de un territorio en el que podemos perdernos y reencontrarnos, sin prisa. Sin prisa.
Fernando Pérez Villalón