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Entrevista para Play magazine #2, por María Antonieta Muñoz, en Junio de 2003
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Aunque hoy no podemos hablar de vanguardia ya que este es un período histórico y no una definición para el arte contemporáneo, Mónica Bengoa, artista visual chilena de 33 años, es reconocida no sólo en el circuito artístico chileno sino también en el extranjero, dado que desarrolla códigos en su producción que refieren a los medios propios del arte y a lo contextual desde la cotidianeidad a la que alude, esta mirada sobre el arte se inicia con las vanguardias pero su desarrollo ya dista mucho de su origen como podemos ver en la obra de esta artista que además hace clases en la Universidad Católica y en la Uniacc, ha expuesto individual y colectivamente tanto en Chile como en el extranjero entre las que destacamos «Sobrevigilancia» (Galería Animal 2001), «Chile 100 Años» (2000), «Proyecto De Borde» (N.Y y Boston 2002) y El 2° Festival Internacional De Fotografía De Roma (2003). Sitio web en www.sepiensa.cl/monica_bengoa.
Me gustaría que comenzaras por contar qué es lo que haces.
Bueno, trabajo con la fotografía como medio base, pero existen excusas temáticas que pasan por el cotidiano, sin embargo el trasfondo es también jugar con lo que el medio entrega. Ahora puntualmente me interesa la transferencia de la imagen fotográfica a otros medios que son más objetuales y se cruzan con la ocupación del espacio. El trabajo en el espacio especifico es fundamental y por eso hago una obra específica para cada muestra. Entonces los procedimientos se vuelven importantes y los medios de producción de los trabajos tienen directa relación con el tipo de acciones que intento representar. Todas estas acciones que he registrado que pasan por el dormir, el comer, el lavarse los dientes en el caso de los niños, el lavar la loza o la ropa son acciones cotidianas que marcan un territorio en el tiempo, el presente. En la medida que van apareciendo se hace visible una rutina que es la que arma casa, que te construye un territorio seguro. Estas acciones me interesan porque son imperceptibles. Entonces los procedimientos pasan por o tampoco pasan por alta tecnología ni en la toma ni en la iluminación.
¿Qué pasa con el aspecto autobiográfico en tu trabajo?
Inevitablemente se trabaja con uno mismo. En mi caso parece ser autobiográfico, sin embargo creo que no uso datos concretos sino que son justamente acciones en las que cualquiera se podría ver representado, entonces no es el dato concreto de que mis abuelos llegaron de Alemania o que mis papás se separaron, sino que pasa por yo durmiendo porque todos duermen, yo lavando loza porque todos la lavan o los niños comiendo. Lo que me interesa es la normalidad, lo que es común y corriente. Cualquiera podría tomar una foto como las de los niños en el panel publicitario, la diferencia es que lo instalo en un soporte distinto. En ese caso me interesaba la distancia que existe entre esa foto amateur de álbum familiar, en relación a un soporte súper high-tech de tres caras que se mueve cada tantos segundos, que es caro y que está hecho para albergar otro tipo de fotografías mucho más efectista. Entonces lo autobiográfico pasa por lo que se tiene a la mano, por lo que se conoce, más que porque sean mis hijos, obviamente también lo son pero en la medida en que no tomo esos datos biográficos puntuales creo que me distancio de eso.
¿La fragilidad que tienen muchos de tus trabajos tiene que ver con esa normalidad?
La fragilidad o lo efímero tiene que ver con la opción de trabajar para el espacio específico y a veces el costo que se paga es que mueran. No es que yo parta de la base que mi trabajo tiene que morir pero como fundamentalmente no tiene sentido que se guarden porque no van a funcionar de igual manera, en otro lugar me puedo dar el lujo de no necesitar guardarlos. Lo frágil pasa también por lo poco asible de las situaciones de las que estoy hablando, que pasan desapercibidas por lo tanto también son frágiles en su esencia. Ahí también puedo ver una relación con marcar un presente, porque éste ya pasó, entonces también es frágil en ese sentido. Me parece que hay mucha fragilidad en todo, aunque muchas veces, visualmente, pueden ser muy potentes, como el lavatorio de «Sobrevigilancia» que es una gran imagen, pero son flores y en algún minuto ese trabajo va a morir. Me interesan esos contrapuntos entre una presencia visual importante y el procedimiento que involucran.
¿Cuál es la relación que estableces entre tus trabajos anteriores y el bordado, con el que estás trabajando ahora?
Toda la cosa cartográfica y el trabajo con el fragmento del cuerpo terminó en el ’98 cuando hice «203 Fotografías» que fue una individual en la posada del corregidor y después la remonté con una nueva disposición para «Chile 100 Años». Ahí empecé a trabajar con mis hijos, que fue la extensión natural de mi cuerpo y con acciones cotidianas que se sostenían día tras día de igual manera, pero el trabajo de «Sobrevigilancia», fue la primera vez que logré unir el trabajo mural, más instalacional con la fotografía. Ahí comenzó esta etapa de trabajar con la transferencia de la imagen fotográfica. El bordado pasa por manualizar una fotografía y por cruzarla con otros medios. Y la puntada es el módulo, quizá obsesivo. Es el frotar sobre 1000 y tantas servilletas casi compulsivamente, tiene ese tiempo y esfuerzo invertido.El acto obsesivo se mantiene, el trabajo con cruce de medios y el referente fotográfico también entonces al final es un juego móvil en que desplazo los procedimientos y los problemas se mantienen.
¿Por qué te interesa expandir la fotografía como medio?
Creo que la fotografía es tremendamente poderosa. También me parece provechoso que se pierdan los limites y en ese sentido que trascienda su propio formato, que se vuelva permeable a otras cosas y que no quede encapsulada dentro de su propia imagen. El referente es muy fuerte en la fotografia, entonces cómo hablar del medio fotográfico, si lo que está representado es lo único que se ve. Si le saco una foto a mi hijo, lo más importante va a ser que es mi hijo, si son 600 fotografías lo más importante es la acción, que se repite una y otra vez, es el tiempo contenido en el paso de una fotografía a otra. No me interesa que se valore mi fotografía por la composición, el tipo de luz o el color que tiene, que son aspectos sólo formales, sino por la capacidad potencial que tienen esos otros recursos, entonces siento que al cruzarlo con otros medios justamente son las particulares del medio fotográfico las que emergen.
¿Cómo te comunicas con el arte y la producción en el extranjero desde Chile?
Es un amor odio. Uno se queja cuando compara el estatus que tiene el ser artista afuera en relación a lo que pasa acá. Afuera se entiende como una profesión, incluso importante socialmente. Hay un reconocimiento, un respeto por lo que uno hace, se entiende que es un trabajo serio. Acá uno es como un excéntrico y el trabajo es poco valorado. Esto es histórico y probablemente no va a cambiar en mucho tiempo, porque no se entiende cuál pueda ser la función del arte, porque no es una función práctica inmediata. Por eso uno quisiera trabajar afuera para tener un reconocimiento mayor, sin hablar siquiera de lo que significa económicamente funcionar acá donde no existe un mercado para el arte contemporáneo. A pesar de que es tremendamente romántico lo que voy a decir, el hecho de no tener un compromiso, casi, de producir para alguien en concreto da una tremenda libertad, por lo tanto si bien es doblemente cansador tener un trabajo para vivir y mi obra, que son cosas independientes, me permite hacer lo que es importante para el proceso de mi obra en general y no para la aceptación de un público en particular. Sí, hay que ser superhéroe sobre todo si uno es mujer, tiene hijos y esas cosas. Es importante e imprescindible el salir, o sea creo que no se puede ser artista visual intentando tener una propuesta contemporánea si uno está encerrado aquí y no mira para ningún lado, porque el contacto con otros artistas, curadores o con otras instancias es fundamental para ir desarrollándose. Por otra parte, me interesa el tránsito por la hipersensibilidad que uno tiene en esos momentos suspendida entre dos lugares, porque me permite siempre volver con otros ojos a ver lo que ya había visto y en ese sentido se me hace muy útil. A mi me gusta tener una mochila con carpa en la que puedo hacer mi casa en cualquier lugar pero siempre con la novedad de la casa nueva.